Autor: Guillermo Giacosa
Hace unos días Chomsky, el lúcido pensador estadounidense, ofreció una conferencia en México que dejó atónito a más de uno. Chomsky no necesita argumentos estrafalarios para sorprender. Le basta expresar conceptos que todos tenemos al alcance de nuestra inteligencia, pero que ha oscurecido la alienación impuesta por el poder mediático. Dijo Chomsky, por ejemplo, que “las elecciones en EE.UU. son montajes espectaculares, conducidos por la industria de las relaciones públicas que floreció hace un siglo en los países más libres del mundo, Inglaterra y el propio EE.UU., donde las luchas populares habían ganado la suficiente libertad para que el público ya no fuera tan fácilmente controlado por la fuerza. Entonces, los arquitectos de las políticas públicas comprendieron que era necesario controlar las actitudes y las opiniones. Para ello había que controlar las elecciones”.
Como no podían controlarlos desde afuera, decidieron controlarlos desde adentro. Ocuparon su cerebro y desde allí operan impunemente sin más recriminaciones que las que pueden hacer quienes carecen del poder de cambiar radicalmente esa tendencia. Esa ausencia de ciudadanos, dueños de sus propios razonamientos, es el punto central de un vía crucis que puede terminar en la degradación total de la vida sobre el planeta. El triunfo de los intereses económicos sobre el pensamiento crítico es un desafío a la humanidad.
Agrega luego Chomsky que “EE.UU. no es una democracia guiada como Irán, donde los candidatos requieren la aprobación de los clérigos. En sociedades libres, son las concentraciones de capital las que aprueban candidatos y, entre quienes pasan por el filtro, los resultados terminan casi siempre determinados por los gastos de campaña. Los operadores políticos son muy conscientes de que, con frecuencia, el público disiente –en algunos puntos– de los arquitectos de las políticas públicas. Entonces, las campañas electorales evitan ahondar en cualquier punto y favorecen las consignas, las floridas oratorias, las personalidades y el chisme. Cada año, la industria de la publicidad otorga un premio a la mejor campaña promocional del año. En 2008, el premio se lo llevó la campaña de Obama, derrotando a las computadoras Apple. Los ejecutivos estaban eufóricos. Se ufanaban abiertamente de que este era su éxito más grande desde que comenzaron a promocionar candidatos –cual si fueran pasta de dientes que asocian con estilos de vida–, técnicas que cobraron fuerza durante el periodo neoliberal, primero que nada, con Reagan”.
Chomsky termina: “Quien mire un anuncio de TV sabe que las empresas destinan enormes recursos a crear consumidores uniformados que eligen irracionalmente sus opciones. Los mismos dispositivos utilizados para derruir mercados se adaptan al objetivo de socavar la democracia, creando votantes desinformados que tomarán decisiones irracionales a partir de una limitada serie de opciones compatibles con los intereses de los dos partidos que, a lo sumo, son facciones competidoras de un solo partido empresarial”.
Copiado del diario Perú 21 del 30 de setiembre de 2009