Textos tomados del diario Peru 21
Domingo 23 de agosto de 2009.
En febrero de 2007, un personaje de pasado fujimorista denunció a un 'blogger’ peruano. Ricardo Flores Chipoco (a) 'Riflo’, presentó una denuncia ante la Divindat contra Dash, administrador de un blog de automovilismo. 'Riflo’ no demandaba a Dash por lo que este haya dicho, sino por las opiniones de los comentaristas de su blog (opiniones, evidentemente, poco favorables a 'Riflo’). Antes de que el incidente pasara al Poder Judicial, demandante y 'blogger’ conciliaron y allí quedó la historia.
En agosto de 2009, un personaje de pasado fujimorista denunció a un 'blogger’ peruano. Esta vez, el incidente podía expresarse en cifras: un millón de dólares es lo que le pide Jorge Mufarech a José Alejandro Godoy. ¿El delito de Godoy? 'Linkear’ o, en castizo, enlazar hacia otras páginas webs. Pero, ¿eso es un delito?
Como diría la canción, 'linkear’ no es un delito porque hasta Google 'linkeó’.
El hipertexto se ha vuelto algo tan común que no nos detenemos a pensar en él. En mi blog yo puedo decir, por ejemplo, “el hijo de Alan García denuncia a periodista de La Primera” y convertir ese texto en un hipertexto, es decir, en un link que te conduce un artículo del diario La Primera que cuenta el caso. Lo que estoy haciendo, implícitamente, es sustentar mi propio texto con todo el otro texto al que he enlazado. Es como decir “a mí no se me ha ocurrido de la nada que el hijo de Alan ha demandado al periodista. No, yo afirmo lo que digo basado en lo que se dice en otra web, a la que pueden llegar si hacen click en este texto”.
El hipertexto es la arquitectura misma de la web. Los links no solo sirven para que las páginas se relacionen entre sí y navegar entre ellas, sino que principalmente funcionan para que los buscadores sepan de qué tratan las páginas. Por ejemplo, si ustedes buscan a José Alejandro Godoy en Google el primer resultado será su blog, que no se llama Godoy sino “Desde el tercer piso”. ¿Por qué sucede esto? Porque muchas personas han convertido a “José Alejandro Godoy” en un hipertexto que enlaza hacia su blog. Los robots de Google leen ese hipertexto y concluyen, acertadamente, que si buscas a Godoy seguramente quieres encontrar ese blog.
Ya. Ahora prueben buscando “Jorge Mufarech” en Google. No, mejor, como propone el visitado blog Pospost, busquen “Jorge Mufarech” + “corrupción”. Van a pasar un rato divertido leyendo cualquiera de los más de cuatro mil resultados que arroja Google con textos no precisamente muy halagadores hacia el ex ministro fujimorista/ex congresista toledista.
¿Por qué, entonces, Jorge Mufarech no demanda a Google? ¿Por qué, en cambio, demanda a Godoy, quien, usando hipertextos, simplemente recordó el rosario de acusaciones periodísticas que ha cargado el Jaguar de la política?
En la carta notarial que le dirigió al 'blogger’ hace un mes, Mufarech asegura que la información de Desde el tercer piso “resulta atentatoria contra mi imagen y honor de mi persona y familia, cuando en los buscadores de Internet se consigna las palabras Congresista Mufarech, Jorge Mufarech y Mufarech Nemy”.
Si Mufarech quería limpiar su nombre en Internet, su abusiva demanda ha conseguido precisamente lo contrario. Que pruebe ahora buscando esos mismos términos para ver qué encuentra: decenas de blogs que lo tratan de loco para abajo.
La gente en Internet es incontrolable, pero eso no lo entienden nuestros autoritarios políticos. La abortada 'ley mordaza’ del aprismo apuntaba, entre otros objetivos, a los usuarios de Internet, obligando a que todos declaren sus nombres completos y “lugar exacto desde donde se emite” el medio (medios electrónicos incluidos, por ejemplo, blogs o cuentas en Twitter o Facebook), además de agregar innecesariamente que el delito de difamación también se ejerce a través del “periodismo digital a través de la Internet” (¿por qué no se especificó la televisión o la radio?).
¿Es coincidencia que la demanda contra Godoy aparezca en el contexto de la 'ley mordaza’? Ni una ni la otra prosperarán, pero han cumplido su misión. La advertencia a los internautas peruanos ya está hecha: los estamos observando, los estamos chequeando, ya no pasan piola. No solo lo que escriban será sujeto a escudriño, sino también lo que 'linkeen’. Para la Internet peruana ha terminado la edad de la inocencia.