Textos copiados del
Diario La Primera
29 de julio de 2009
El doctor Alan García promete que en el 2021, el año del bicentenario de la independencia, Perú será un país del primer mundo. Será un milagro pertenecer al ranking del primer mundo con presidentes del tercero, digo yo.
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Señala en seguida que gracias a él la pobreza ha bajado 14 puntos porcentuales: de 50 a 36 por ciento. Sólo Fujimori mentía con esta desfachatez. Las estimaciones más optimistas apuntan a una reducción real –metodología nueva y algo tramposa incluida- de cuatro puntos porcentuales.
Al rato demanda al ministro del Interior que use las armas de la policía “sin vacilación”. No lo satisface Bagua. Quiere más. Y en ningún momento del discurso lamenta la muerte de los 10 nativos. Reserva sus pesares sólo para los policías asesinados. Penas unilaterales de conservador converso.
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Se jacta de que los teléfonos celulares ya no son los cinco millones que él encontró. “Ahora hay 20 millones”, se fascina. Como si ese no fuera el negocio leonino de Telefónica, Claro y Nextel.
Segundos más tarde, un gran hallazgo retórico: “Tuvimos errores”. Pero, oh desilusión, no señala cuáles. La autocrítica no le alcanza para tanto.
En seguida dice que parte de su misión es “salvar al Perú de la crisis mundial”. Pero en el mismo discurso dice que ya hay señales de que el mundo está saliendo de la crisis. ¿De qué nos salvará, entonces? ¿Por qué no nos salva de él mismo?
Con el cinismo en ristre afirma que la democracia requiere de “poderes independientes”. No alcanzo a distinguir si Luis Alva Castro, su seudónimo en el Congreso servil, lo mira con especial devoción en ese momento.
“Cualquiera puede movilizar a las turbas”, exclama indignado. Una turba de aplausos convenidos lo interrumpe.“El modelo estatista y autoritario necesita controlar al parlamento”, reincide. Pero ya no parece cinismo sino alguna encefalopatía.
Anuncia que presentará el Código del Consumo y que una nueva cárcel en la selva espera a los corruptos. Pero no habla de la corrupción que invade su gobierno ni de la fiscalización que la puede evitar y que él, más bien, quiere debilitar para apurar el gasto.
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Y a renglón seguido una frase que quedará para la historia del ridículo: “La mejor manera de dialogar es gastar...” Como si todo fuera un asunto de dinero. Como si el sentido de la dignidad no hubiese estado presente en las cóleras de Bagua y en las lejanías hostiles del sur andino.
“Tengo un pacto sagrado con los jóvenes”, afirma. ¿Ignora que la mayor parte de los secretarios regionales de la Juventud Aprista se han pronunciado en contra de la expulsión ignominiosa de Luis Alberto Salgado, castigado por decir que el Apra se ha apartado de su cauce?
¿Y su respuesta a la reforma del Estado? Parece una broma: “¡Los Núcleos Ejecutores de Jóvenes!” Cree que con cuadrillas de obreros provisionales que hagan escaleras y limpien acequias se arreglará el problema del Estado-botín, del Estado cuadrapléjico que complica las cosas y produce la más alta cuota de corrupción.
Cuando anuncia que en el 2010 el Perú deberá de crecer por encima del 6 por ciento, ya la cosa es digna de “Los chistosos”. Lo mismo que cuando se enorgullece del precio de la gasolina (aunque no dice que el barril del crudo ha bajado 80 dólares desde su pico de 145 y que a eso se debe la insuficiente reducción del precio del galón de combustible).
Cual socio de Telefónica o amigo de Carlitos Slim (que lo es), se hincha para decir que hoy tenemos 772,000 conexiones de banda ancha. Lo que no puede reconocer es que las tarifas que aquí se cobran son las más caras de la región.
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Ya no es circense ni festivo cuando grita que “se ha capturado a 498 sospechosos de terrorismo”. No precisa cuántos de esos sospechosos tuvieron que ser liberados porque sus detenciones fueron brutales y arbitrarias.
Pero quizá lo peor del malhadado discurso ha sido aquello del Núcleo Básico de Defensa. Ha sido de una absoluta irresponsabilidad histórica mentirle al Perú diciendo lo que no es y anunciando “terribles sorpresas” que sólo existen en la cabeza de Su Excelencia. Estamos desarmados frente a Chile. Dependemos del pacifismo de Chile, no del nuestro. Esa es la pura verdad.