miércoles, 29 de julio de 2009

Para pensar la crisis

Autor: Guillermo Giacosa
Textos tomados del
Diario Perú 21
28 y 29 de julio de 2009

A la larga, lo más grave de la crisis será la ligereza para juzgarla o los artificios para ocultarla. Hay opiniones que constituyen un insulto a la inteligencia pues se expresan como si no se hubiese producido una catástrofe o como si ese hecho nada tuviera que ver con los modos con los que venía operando el sistema económico. Esa negación, que es una expresión de inmadurez emocional y política, puede acarrear dramáticas consecuencias pues invita a que los sucesos que nos llevaron al estado actual se vuelvan a producir. Pareciera que, cuando el bolsillo es el afectado, la racionalidad termina en una vía muerta. En lo personal, quisiera estar equivocado cuando mis opiniones anuncian que el porvenir no será todo lo bueno que uno quisiera. No obstante siento que es obligación de todos los que tenemos el privilegio de publicar nuestros puntos de vista en un medio, la de ser fieles a la objetividad y devotos del pensamiento crítico. Las racionalizaciones destinadas a calmar los ánimos quedan a cargo de los políticos. Los periodistas a lo suyo, que es plantear lo más descarnadamente posible los datos que la realidad nos entrega y recopilar, si es posible, las opiniones más autorizadas y, sobre todo, ajenas a intereses partidarios o económicos, relativas a esa realidad.

Por ese motivo, me ha entusiasmado una reflexión que acaba de publicar la BBC y que puede ser útil como lectura de estos días de Fiestas Patrias. La he resumido sin alterar, al menos conscientemente, nada que refleje el espíritu de este escrito.

Bajo el título 'Cinco consecuencias filosóficas de la crisis’, la BBC expresa: “La actual crisis económica no se limita a una cuestión de estadísticas, ni se reduce al devastador impacto social del desempleo y la incertidumbre. Con la debacle mundial, hizo agua una particular visión del mundo que pareció dominante e irreversible con la caída del Muro de Berlín. Esta visión se cristalizó en algunas frases famosas como 'el fin de la historia’, de Fukuyama; 'la sociedad no existe’, de la primera ministra británica Thatcher, o los 10 mandamientos del consenso de Washington que impulsaban la liberalización-desregulación-privatización global”.

El nuevo dogma tras la derrota del comunismo era: todo el poder al sector privado, el mercado como medida de racionalidad económica y utopía, y el individualismo más descarnado como principio ético ordenador. Con la debacle económica, esta visión del mundo también entró en crisis y BBC identificó cinco consecuencias filosóficas: “1) Filosofía política y económica: La ley de la oferta y la demanda ejerció un reinado absoluto en la formulación de la política económica de las últimas tres décadas.
Según el pensamiento clásico, la oferta y la demanda funcionan como un perfecto sistema homeostático (autorregulado) que tiende al equilibrio perfecto y cuenta con un regulador infalible: el precio.

A mucha demanda y poca oferta de un producto, el precio sube hasta alcanzar la suma que el mercado puede pagar por ese bien”.

Del artículo de la BBC publicado ayer, lo último era: “La ley de la oferta y la demanda ejerció un reinado absoluto en la formulación de la política económica de las últimas tres décadas. Según el pensamiento clásico, la oferta y la demanda funcionan como un perfecto sistema autorregulado que tiende al equilibrio perfecto y cuenta con un regulador infalible: el precio. A mucha demanda y poca oferta de un producto, el precio sube hasta alcanzar la suma que el mercado puede pagar por ese bien”. Y agregaba: “A la inversa –poca demanda, mucha oferta–, el precio disminuye hasta que alguien lo adquiere, convencido de que no lo va a encontrar más barato. Ni el Premio Nobel otorgado al economista Joseph Stiglitz por su investigación sobre el papel que la información cumplía en este mercado –la información que tenían los miles o millones de integrantes de un mercado particular no era perfecta y, por tanto, el precio reflejaba otras variables– destruyó esa confianza ciega en este funcionamiento autorregulado. La premisa teórica era esta: ¿qué mejor que desregular todo y dejar que el mercado se encargue de los equilibrios económico-sociales? Pero, al parecer, la realidad económica está llena de fenómenos impredecibles. En las llamadas burbujas, como la inmobiliaria de las hipotecas 'subprime’ que desató la actual crisis, ¿dónde está el mecanismo autorregulador del mercado? ¿Reflejaba el precio de la propiedad –siempre al alza– la situación de la demanda y la oferta? La conclusión más obvia es que demanda, oferta y precio forman parte de un mecanismo económico-social infinitamente más complejo que esa simplificación que se ha aplicado durante tanto tiempo”.

Luego, la BBC aborda otro punto: 2. Crisis del racionalismo de mercado. Las preguntas anteriores ponen en duda una premisa fundamental de la ley de la demanda y la oferta: el racionalismo de los mercados. El ser humano busca la racionalidad económica y filosófica desde hace mucho tiempo. La planificación económica que hizo furor después de la crisis del 29 y de la posguerra buscó sintonizar la producción y el consumo con las necesidades de una sociedad. Con el derrumbe del comunismo, el mercado se impuso como única lógica global. Según esta ideología, el mercado era racional y eficiente para asignar recursos, tanto en el ámbito laboral como productivo y financiero. La debacle mostró que el mercado tiene la misma dosis de irracionalidad, capricho e imprevisibilidad que cualquier individuo o grupo humano. Lo que nos enfrenta a un problema inquietante: si los mercados o el Estado no son la base de un funcionamiento socioeconómico racional, ¿quiere decir que estamos a merced de los elementos?

3. Consecuencia axiológica: teoría de los valores. Esta aparente contradicción se complementa con una crisis de fundamentos éticos. Desde los años 80 y, en particular, con la caída del Muro de Berlín, se impuso un individualismo a ultranza que se basaba en una teoría del egoísmo como valor organizador ideal de una sociedad.